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Intencionalidad, estados de conciencia y argumentos no-reductivos: La Tesis de Franz Brentano, un caso de aplicación.

Eleonora Baringoltz

UBACyT SADAF



Preliminares

 

Una de las cuestiones centrales y bastante familiares en filosofía de la mente consiste en ofrecer alguna respuesta satisfactoria al ya tradicional problema mente-cuerpo. Dicho problema puede ser visto como uno que plantea una discusión básicamente sintetizada en tres cuestiones originarias: 1) la naturaleza de los estados y procesos mentales, 2) el medio en que dichos procesos tienen lugar y 3) la manera en que se relacionan -si es que se relacionan- con el mundo físico. Sin embargo, no existe ni una única estrategia para presentar el problema ni una respuesta unívoca a las cuestiones arriba planteadas. Todas, en mi opinión, adolecen del mismo defecto: son parciales e incompletas, de modo que cada una de ellas presenta a su turno objeciones y reformulaciones de distinto tenor. Así pues, lo que expondré en este trabajo constituye un escorzo del problema global que toma como punto de partida una tesis muy difundida y poco discutida en la literatura contemporánea en filosofía de la mente: la tesis de Franz Brentano acerca de cómo se divide el mundo de los fenómenos. Me refiero al parágrafo inicial del Cap. l del segundo libro de la Psicología desde el punto de vista empírico, en el que el autor sostiene que “el mundo entero de nuestros fenómenos se divide en dos grandes celases: la clase de los fenómenos físicos y la de los fenómenos psíquicos” (§1).[1]

Consideraré dicha tesis, desde una perspectiva contemporánea, como una versión de los argumentos no-reductivos aplicado al problema mente/cuerpo, por oposición a los argumentos reductivos, atribuidos corrientemente a las tesis materialistas, más conocidas como Tesis Monistas de la Identidad (TI) Tipo-tipo entre lo físico y lo mental, entre las que incluyo: por un lado, a las versiones de TI de Estado Central sostenidas por U. T. Place[2] (1956) y J. J. C. Smart[3] (1959) y, por el otro lado, a la TI del Rol Causal sostenida por D. Lewis (1966 y 1972)[4].

Mi hipótesis de trabajo consistirá en identificar la tesis de Brentano arriba enunciada con alguna versión de dualismo, apoyándome en la clara distinción que el autor establece entre dos clases o esferas de fenómenos, psíquicos (mentales) y físicos, sustentada en la adscripción de ciertas “particularidades distintivas” a los primeros que les son categóricamente negadas a los segundos. Entre ellas, las que revisten un carácter fundamental son la inexistencia intencional y el ser objeto de la percepción interna, es decir, el objeto de una conciencia interna (§9),[5] particularidades atribuidas con exclusividad a los fenómenos psíquicos que permiten considerar a la tesis de Brentano como una versión de los argumentos no-reductivos.[6]

Los defensores de alguna forma de argumento reductivo esperan mostrar, en cambio, que los fenómenos psíquicos (mentales)[7] son idénticos a los fenómenos físicos, al igual que las particularidades distintivas o propiedades que a ellos se adscriben. Dichas propiedades no deberían ser intrínsecamente diferentes para el caso, como proponen los partidarios de la no‑reducción.[8] De modo que si la intencionalidad y, la conciencia y sus estados, realmente existen tienen que ser reducibles a algo físico, por ejemplo procesos neurofisiológicos en el cerebro. Mostrar que la reducción es posible constituye un requisito básico para los teóricos de la Identidad Tipo-tipo, dado que entre ellos existe la presuposición indiscutible de que la ciencia básica última que explica todo fenómeno es la física y todo fenómeno en última instancia es un fenómeno físico.

Antes de entrar de lleno en la reconstrucción de los argumentos no-reductivos que ofreceré en este trabajo, quisiera dejar en claro que en la Sección I me limitaré a presentar de manera no exhaustiva tres versiones de dichos argumentos que encarnan tres tipos de dualismo, los que responden a diferentes planos de análisis. En el punto 1, consideraré dos tipos de dualismo ontológico tradicionales en Filosofía de la Mente el dualismo en sentido fuerte y el dualismo en sentido débil. En el punto 2, me ocuparé de una versión de dualismo no-ontológico, abordado desde plano epistemológico/ metodológico y analizaré, la posibilidad de extrapolar dicho dualismo al nivel ontológico. Por último, en la Sección II, evaluaré si la tesis de Brentano se ajusta a algunos de los dualismos descriptos o si dicha tesis requiere proponer una manera nueva de ver a los fenómenos, i. e. una versión sui generis de argumento no-reductivo.

 

Los argumentos no-reductivos:

Dualismo ontológico y dualismo epistemológico/metodológico

Al igual que el término “ente” en Aristóteles, “dualismo”, puede decirse de diversas maneras. En este punto me ocuparé de dos formas de entender el dualismo. El primero se ubica en el plano ontológico y en tanto habla acerca del carácter dual de lo que hay: dualismo ontológico. El segundo no se expide acerca de si lo que existe son una o más entidades sino de la manera en cómo nosotros accedemos a lo que hay, cómo conocemos y qué método utilizamos para conocer lo que conocemos: dualismo epistemológico/metodológico.

1. Dualismos ontológicos: fenómenos vs. propiedades

El dualismo de fenómenos[9] puede ser caracterizado como el punto de vista que responde sintéticamente a las siguientes dos premisas: 1) los fenómenos psíquicos no son idénticos con los fenómenos físicos. De aquí que 2) las características cualitativas (propiedades) adscriptas a los primeros tampoco sean idénticas a las características cualitativas (propiedades) adscriptas a los segundos. Un dualismo de este tipo sostiene que ambos fenómenos son de naturaleza diferente o que se trata de realidades ontológicamente distintas: existe, por un lado una realidad psíquica de fenómenos psíquicos y sus propiedades respectivas y, por el otro lado, una realidad física de fenómenos físicos y propiedades físicas. Puesto que los fenómenos son distintos, sus propiedades por extensión también lo son. En virtud de la caracterización que acabo de ofrecer, este tipo de dualismo es tenido como dualismo en sentido fuerte (strong dualisrn) porque “preserva la posibilidad de que los estados de conciencia no sean ontológicamente dependientes del mundo físico”,[10] a la vez que debería preservar la posibilidad inversa, i.e. que los fenómenos físicos no sean ontológicamente dependientes de los estados de conciencia o fenómenos psíquicos.

Del otro lado, un dualismo de propiedades o teoría del doble aspecto, que en contraste con el anterior recibe el nombre de dualismo en sentido débil (weak dualism), no preservaría la independencia ontológica porque hay algo único a lo que dos tipos de fenómenos qua propiedades se adscriben. Por ejemplo, si pensamos en la tesis de P.F. Strawson,[11] eso único es la persona a la que adscribimos predicados (propiedades) mentales y corporales o físicos. El dualismo en sentido débil respondería a las siguientes tres premisas: 1) lo psíquico y lo físico son predicados que se adscriben a una y la misma cosa: la persona; 2) dichos predicados son cualitativamente diferentes y 3) que sean cualitativamente diferentes significa que lo son desde un punto de vista intrínseco.[12] De este modo, una teoría del doble‑aspecto ve a los seres humanos –personas- como susceptibles de adscripción tanto de fenómenos mentales como de fenómenos físicos, mientras que mantiene que cada fenómeno mental es irreductiblemente psíquico, al igual que sucede con los físicos. Pero, del hecho de que sean intrínsecamente diferentes no se seguiría que aquello a lo que se adscriben no sea lo mismo. Para un dualista en sentido fuerte, la existencia de propiedades diferentes habla de realidades ontológicamente diferentes en el sentido de que sería imposible que se adscribieran a algo único.

Una vez explicitados los compromisos de ambos dualismos se hace innecesario aclarar por qué se los considera argumentos no-reductivos, la diferencia entre ambos está en la extensión que alcanza la imposibilidad de reducción. El primero alcanza a los fenómenos y, por extensión, a sus propiedades, mientras que el segundo sólo a las propiedades en el sentido en que lo que hay en todo caso es la persona a la que se adscriben ambos fenómenos sin privilegio alguno. En todo caso habrá que discutir en la próxima sección si la tesis de que el mundo se divide en dos clases de fenómenos con propiedades diferentes e irreductibles compromete a Brentano con un dualismo en sentido fuerte o en sentido débil o si responde a alguna versión no tradicional de los argumentos no-reductivos.

2. Dualismo epistemológico/metodológico

Existe otra versión de los argumentos no-reductivos que presta especial atención a la manera en que damos cuenta satisfactoriamente de los fenómenos psíquicos o mentales como diferente de la que empleamos para dar cuenta de los fenómenos físicos y que da lugar a la distinción entre dos tipos de ciencia. El mismo Brentano postula un dualismo epistemológico/metodológico al plantear la necesidad de contar con una ciencia especial, autónoma, que explique los fenómenos mentales, una “ciencia de los fenómenos psíquicos” (en el sentido de estados reales): la “psicología”, al mismo tiempo que reserva como “ciencia de los fenómenos físicos” a la “ciencia de la naturaleza” (§9, in fine). Este dualismo, sin embargo, encierra una problemática según la interpretación que se ofrezca del criterio en base al cual ha de recortarse el dominio de cada disciplina.

En lo que sigue reconstruiré primero una interpretación del dualismo epistemológico/metodológico aparentemente plausible pero que, tomada en toda su extensión, lleva a un mal entendido que Brentano quiere evitar explícitamente. Mi estrategia consistirá, pues, en echar luz sobre la concepción errónea para poder evaluar con mayor justeza el alcance de dichas disciplinas en lo que respecta a la naturaleza de sus objetos de estudio y allanar así el camino para esbozar la versión de argumento no-reductivo más adecuado al pensamiento brentaniano.

2.1. De la concepción errónea: “ciencia de la naturaleza” en sentido amplio

En un estudio concienzudo acerca de la psicología descriptiva de Brentano, L. Gilson[13] sostiene que, desde el punto de vista epistemológico, “la ciencia de la naturaleza” o “ciencia física” en sentido amplio ─de la que forman parte la química y la fisiología─ se ocupan de todos los fenómenos relevantes para nuestra experiencia externa; mientras que la “ciencia psíquica” mira al interior y, en consecuencia se ocupa de fenómenos enteramente diferentes.

L.Gilson apoya su interpretación en dos ideas claves de las da cuenta explícitamente. La primera tiene que ver con el alcance de la relación entre “ciencia de los fenómenos psíquicos” y “ciencia de los fenómenos físicos”. En este sentido advierte que, aunque Brentano acepte que los desarrollos de la fisiología serán de gran utilidad a la psicología mantenga, a la vez, una posición crítica frente a una psicología totalmente fisiológica. De modo que, por estrechos que sean los lazos que unan a las investigaciones fisiológicas con las psicológicas subsisten grandes diferencias entre ellas, que parecen apoyarse en una distinción respecto de la naturaleza de sus objetos de estudio. De aquí que Brentano le asigne a la psicología un lugar especial, “autónomo”, dentro del conjunto de los conocimientos diferente del que le asigna a la ciencia de la naturaleza (dualismo epistemológico).

La segunda idea clave se relaciona con lo metodológico. Si bien es cierto que las ciencias de la naturaleza y la psicología obedecen a los requisitos que son impuestos a todo método científico, su manera de proceder, al tratar como objetos de estudio con fenómenos disímiles, no es completamente idéntica de modo que, nuevamente, a cada una le corresponderá un lugar dentro del conjunto de los conocimientos (dualismo metodológico)

Sin embargo, creo que podría sugerirse fuertemente que hay una tercer idea de peso que subyace a toda esta interpretación y que es causante de conflicto y que tiene que ver con cuál sea el criterio en base al cual se establece la distinción entre ambas disciplinas. Podría pensarse que el criterio responde a la diversidad de naturaleza de los fenómenos que mienta una diferencia respecto del tipo de acceso a los fenómenos, dos maneras de percibirlos.[14] Podría pensarse que Gilson está presuponiendo la existencia de una conexión esencial entre la diversidad de naturaleza de los fenómenos y la maneras en que estos son percibidos. De modo que, así las cosas, existen de hecho dos modos de acceder a los fenómenos igualmente legítimos: uno el de la experiencia interna, otro el de la experiencia externa. Según cómo respondamos a este interrogante, la interpretación que ofrezcamos resultará errada o acertada .

Mi objeción a la interpretación de L.Gilson es la siguiente: estoy dispuesta a aceptar que Brentano propone dos tipos de ciencia con metodologías diferentes para dar cuenta de los fenómenos y que, en algún sentido, esto mienta cierta distinción respecto de su naturaleza. Lo que no estoy dispuesta a conceder, porque entiendo que repugna al pensamiento brentaniano, es que exista una conexión esencial entre la diversidad de naturalezas y dos tipos de acceso igualmente legítimos a los fenómenos, i.e. dos percepciones en el sentido propio de la palabra percepción. De modo que, si lo que L. Gilson está proponiendo es que esto último forme parte del criterio de distinción entre los fenómenos que sirve para recortar dominio de cada disciplina, su interpretación resulta absolutamente falsa y la objeción pertinente.

La pertinencia de la objeción se ve claramente toda vez que se advierte que una de las preocupaciones fundamentales de Brentano consiste, precisamente, en hacer explícito el uso inadecuado del término “percepción” cuando se habla de “percepción externa”. Baste citar en apoyo de la objeción algunos párrafos del § 6 y del §9 en el que se refiere a este tema: “la percepción interna no es sólo la única que tiene evidencia inmediata: es la única percepción en el sentido propio de la palabra (ni la llamada percepción externa, rigurosamente tomada, no es una percepción” (§6) y “Lo que ha hecho dar la preferencia a la expresión ‘fenómeno físico’ fue, sobre todo, la circunstancia de que se pensaba que las causas externas de la sensación eran semejantes a los fenómenos físicos aparentes en ella (...) De aquí viene el nombre inadecuado de ‘percepción externa’” (§9). De modo que, hablando con propiedad, no existen dos maneras de acceder a los fenómenos sino una sola, aunque podamos insistir en que subsiste una diferencia en cuanto a su naturaleza lo que los hace objeto de estudio de disciplinas diferentes. Mas para seguir sosteniendo esto último habrá que aclarar qué podría significar en el contexto de esta discusión que ambos fenómenos se distinguen “por su naturaleza” sin apelar en la distinción a un uso inadecuado del término “percepción”.

2.2. “Ciencia de la naturaleza” en sentido restringido: Una propuesta alternativa

En el punto 2.1. he rechazado la interpretación de L. Gilson ya que entendí que el criterio que sustentaba la distinción entre los fenómenos de estudio se apoyaba en una interpretación errónea del pensamiento brentaniano. Sin embargo, acabo de conceder que podría mantenerse que los objetos de estudio de ambas disciplinas son diferentes dado que responden a naturalezas diferentes. La cuestión a indagar entonces tendrá que apuntar al criterio sobre el cual se asienta la distinción. Una forma de ayudar a dar con dicho criterio consiste en ofrecer una delimitación más clara del campo de competencia que Brentano asigna a la “ciencia de la naturaleza” toda vez que dicha expresión se asimila a “ciencia de los fenómenos físicos”.

Para Brentano, la “ciencia de la naturaleza” se ocupa sólo de los fenómenos físicos en tanto que aparecen en la sensación; es decir, en tanto contenidos de actos de sensación. Mas no tiene en modo alguno acceso directo a dichos fenómenos y, en lo que a ellos respecta, “sólo establece leyes en cuanto dependen de la excitación física de los órganos sensoriales” (Ibid.). Así, la “ciencia de la naturaleza” como “ciencia de los fenómenos físicos”, merece ser descripta en un sentido más restringido y no en el sentido amplio propuesto por L. Gilson. Conforme entonces al sentido restringido, la ciencia de la naturaleza es aquella que se ocupa de “explicar la sucesión de los fenómenos físicos de las sensaciones normales y puras (no influidas por ningún estado ni proceso psíquico especial) fundándose en la hipótesis de la acción sobre nuestros órganos sensoriales de un mundo, extendido de modo semejante al espacio, en tres dimensiones, y transcurriendo, de modo semejante al tiempo, en una dirección” (Ibid.). No cabe a esta ciencia dar cuenta sobre la naturaleza absoluta del mundo: “se contenta con atribuirle fuerzas que provocan las sensaciones y se influyen mutuamente en su acción, y establece leves de la coexistencia y la sucesión de estas fuerzas. En ellas da indirectamente las leyes de la sucesión de los fenómenos físicos de las sensaciones, cuando éstas son pensadas como puras y teniendo lugar en una invariable facultad de la sensación, mediante la abstracción científica de las condiciones psíquicas” (Ibid.). Es a la “psicología” a quien le compete dar cuenta de la sensación en cuanto acto respecto del cual el fenómeno físico tiene una inexistencia intencional, porque como acto la sensación “no da del mismo modo indicaciones sobre las circunstancias especiales del mundo externo”(Ibid.).

Sobre la base de la descripción que acabo de ofrecer acerca del campo de acción de la ciencia de la naturaleza y de la psicología, la diferencia entre fenómenos psíquicos y físicos lejos de apoyarse en el criterio que mienta dos modos de percibir los fenómenos, parece apuntar a una dualidad acto/contenido implícita en el aparecer de todo fenómeno en la percepción interna, única percepción en el sentido propio de la palabra (§7). En el caso particular de las sensaciones,[15] parece que la misma sensación, en cuanto acto es competencia de la psicología y, en cuanto contenido, una vez abstraídas las condiciones psíquicas del acto y en tanto relacionado con la excitación física de los órganos sensoriales, es competencia de la ciencia de la naturaleza. Esta interpretación del criterio no hace sino volver sobre la distinción intuitiva entre fenómenos psíquicos y físicos que Brentano ofreciera al comienzo de su argumentación en el §2 en donde distingue el acto de representar de lo que aparece en dicho acto como el contenido al que apunta el primero, como la sensación de calor o frío se diferencia del calor o el frío que siento.

En resumen lo que voy a sostener es que aquello que acaece a la percepción interna como sensación permite dos tipos de descripción[16] a los que se corresponden dos maneras de distintas de dar cuenta desde la perspectiva epistemológica y dos maneras de proceder en cuanto al método, según se lo describa como acto (fenómeno psíquico) o como contenido (fenómeno físico). En cuanto a lo que podría significar hablar de naturalezas o clases diferentes en este contexto mi hipótesis es que en lo que respecta a los fenómenos psíquicos, su naturaleza consiste precisamente en ocupar el lugar del acto (ser acto) mientras que, para los fenómenos físicos, su naturaleza consiste en ocupar el lugar de objeto (ser objeto), contenido o referencia del acto de sensación. Más esta dualidad de naturalezas no ha de proyectarse al plano ontológico, no se trata de una doctrina acerca de lo que hay sino del aparecer del fenómeno a la conciencia, siendo este aparecer unitario en el sentido en que la sensación en tanto acto no puede prescindir de un contenido, así como que el contenido no puede prescindir del acto del cual es objeto por definición de “intencionalidad”. Si se acepta que es plausible dentro del pensamiento brentaniano hablar de esta dualidad en la unidad del acaecer del fenómeno se podría sostener que la tesis de Brentano no respondería, en principio, a un dualismo ontológico de fenómenos en el sentido fuerte descripto en el punto 1, por dos razones. La primera, porque no se trata de una tesis que esté planteada a nivel ontológico sino de una tesis acerca del aparecer del fenómeno en la conciencia. La segunda porque aunque la consideremos como una tesis respecto de cómo acaecen los fenómenos en la conciencia, este acaecer no es dual en sentido estricto sino que se trata de una “dualidad en la unidad” -según la terminología que Brentano emplea.

Por el otro lado, la tesis de Brentano, tampoco se ajustaría a un dualismo en sentido débil o dualismo de propiedades, si lo pensamos también corno tesis ontológica, aunque vista desde la perspectiva del aparecer de los fenómenos en la conciencia podría parecer que ésta última está más cerca de su concepción que la primera. Sin embargo, prefiero proponer para el caso de Brentano una versión de dualismo sui generis que denominaré dualismo anómalo.

Brentano: ¿un dualista anómalo?

Quisiera comenzar esta sección en el punto en que abandoné mi argumentación según la cual cabría analizar la distinción entre clases de fenómenos como recogiendo dos posibles descripciones -como acto y como contenido- de algo unitario que acaece intencionalmente en la conciencia o percepción interna. Parece que es, precisamente, sobre esta idea de que es algo unitario lo que acaece a la conciencia interna, aunque susceptible de ser descripto desde dos perspectivas diferentes, sobre la cual habría que trabajar para ubicar el tipo de argumento no-reductivo al que la tesis de Brentano parece adherir.

No encuentro otro modo de preservar la unidad de lo que acaece a la conciencia que adoptar la estrategia de la que me valí en la sección anterior cuando apelé a la noción de intencionalidad, según la cual, el acto de sensación no puede prescindir del objeto sentido o representado en ella. Es decir que el hecho de que el estar dirigido presuponga algo que es el objeto de dicha direccionalidad haría imposible mentar el uno sin mentar el otro. Esta interpretación permite, sin perder de vista esta inextrincable unión, esta dualidad en la unidad propia de todo fenómeno de la representación (§5), describir este acaecer de la sensación fijando la atención en uno de sus polos mientras abstraigo momentáneamente el otro. Es decir podría describir los fenómenos físicos, parafraseando a Brentano como aquellos que tienen lugar en una invariable facultad de la sensación procediendo a hacer una abstracción científica de las condiciones psíquicas (§9).

Ahora bien, suponiendo que lo expuesto hasta aquí, sea suficiente para descartar al dualismo de fenómenos o dualismo en sentido fuerte, ¿es, además, suficiente para hablar de un dualismo de propiedades o dualismo en sentido débil? Sostuve, más arriba, que el dualismo en sentido débil parecía estar más cerca que el fuerte de la propuesta brentaniana. Mas dicho dualismo a pesar de que lo pensemos en el plano del aparecer genera cierta incertidumbre que tiene que ver con cierto nivel jerárquico que Brentano parece atribuir a los fenómenos, aún vistos como descripciones de algo unitario. Mi duda surge del hecho de que Brentano atribuye a los fenómenos psíquicos una existencia real además de la intencional (§9), mientras que considera que los fenómenos físicos “no pueden considerarse, ni siquiera por vía de fundamentación mediata, como reales ni verdaderos de ningún modo” (§6). El punto a marcar aquí, reitero, es que un dualismo de propiedades modificado, i.e. tomado no en el sentido ontológico, aspira a distinguir descripciones ─qua propiedades─ y a considerarlas irreductibles por su carácter de intrínsecamente diferentes más, de ningún modo, suscribe la posibilidad de que unas tuvieran una existencia real mientras que las otras no. Por el contrario, si bien no se hace explícito, uno tendería a pensar que la distinción de los fenómenos desde un dualismo de propiedades considera a dicha propiedades como reales en ambos casos y esto no es lo que ocurre en Brentano. Para Brentano lo único real es lo que se da inmediatamente a la conciencia interna y como el objeto exclusivo de la conciencia interna es el fenómeno psíquico, ellos solos tienen existencia real, además de la intencional. De aquí que aunque los fenómenos físicos son requeridos como contenidos de los actos, contenidos de los que los fenómenos psíquicos como la sensación o la fantasía no pueden prescindir, a la hora de ser percibidos existe alguna prioridad en cuanto a la existencia real de los primeros en relación con los segundos. Pues “quien confiado, los toma por lo que parecen, queda convicto de error, por el nexo de los fenómenos” (§6). Pero esta prioridad debe ser tomada con cuidado sin perder de vista el terreno ganado. Me refiero a que los fenómenos que acaecen en la conciencia interna como sensación, qua acto, requieren de algo representado -la sensación requiere de algo como sentido y eso sentido en tanto depende de la excitación física de los órganos sensoriales, es susceptible de ser descripto de una manera diferente de como se describe la sensación qua acto- entonces el fenómeno psíquico de la sensación no puede prescindir de un contenido.

Es hora de pues, luego de este largo recorrido, de tomar alguna decisión respecto de a qué versión de argumento no-reductivo suscribiría la tesis de Brentano. He descartado, por un lado, al dualismo en sentido fuerte (ontológico y modificado) contraponiéndole la tesis de la dualidad en la unidad, i.e. algo unitario que acaece corno acto y contenido. He objetado o he puesto en duda, por el otro lado la adhesión de Brentano a un dualismo de propiedades (ontológico y modificado) en virtud de que considero que esta tesis no mienta sólo la realidad de unas “particularidades distintivas” en desmedro de las otras.

He de confesar, además y sobre el final, que me resisto a suscribir que la tesis de Brentano se corresponda con un monismo a secas (descartando desde ya un monismo ontológico espiritualista, por ejemplo), pues creo de seguir este camino se pierde la idea de dualidad en la unidad que Brentano pugna por mantener. En todo caso, si se quiere insistir en que Brentano es monista habrá que aclarar que se trata de un monismo no-ontológico‑no-reductivo o si se quiere de un monismo anómalo no-ontológico. Mas como el rótulo “monismo anómalo” ha sido utilizado por Donald Davidson[17] para bautizar su tesis ontológica acerca de los fenómenos mentales que difiere en muchos puntos de la de Brentano, he preferido bautizar su tesis como un dualismo anómalo, no porque descarte que se trate en algún sentido de un dualismo de propiedades o mejor de descripciones sino para señalar que no responde a la versión de dualismo de propiedades descripto en el presente trabajo.



[1]              De aquí en adelante las referencias al texto se citarán indicando el parágrafo correspondiente entre paréntesis.

 [2]              Place, U. T., “Is Consciousness a Brain Process ?”, British Journal of Psychology, 1956, 47, pp. 44-50.

[3]              Smart, “Sensations and Brain Processes”, Philosophical Rey., 1959, 68, pp. 141-156.

[4]              Lewis, D., "An Argument for the Identity Theory", Journal of Philosophy, 1966, 63, pp 17-25.

[5]              Lo que permite suponer que dichos fenómenos son unos de los cuales tenemos conciencia.

[6]              La adscripción de "particularidades distintivas" --propiedades— a los fenómenos psíquicos que les son negadas a los físicos hace imposible pensar en una reducción, al menos a nivel de las propiedades, siempre que se las considere como intrínsecamente diferentes. Una manera de entender lo que significa que dichas propiedades sean intrínsecamente diferentes ha suscitado duras críticas de parte de quienes adhieren a los argumentos reductivos. En términos de U.T. Place (1956) quienes atribuyen este tipo de propiedades irreductibles a lo mental no hacen sino describir “propiedades literales de los ‘objetos’ que se encuentran en un campo fenomenológico interno” cayendo, en consecuencia, en una falacia denominada “falacia fenomenológica”.

[7]              Adviértase que para los argumentos no reductivos al igual que para los reductivos que caracterizaremos en este trabajo, el término “fenómeno” resulta asimilables a “evento” siendo ésta una palabra ómnibus que abarca: fenómenos especiales, procesos, estados, etc.

[8]              Ya que los adherentes a TI quieren evitar caer en la falacia descripta en nota 3. La estrategia a seguir consiste en buscar alguna manera de hablar de semejanzas o desemejanzas entre sensaciones y de procesos cerebrales que sea lo suficientemente abstracta como para evitar comprometernos con propiedades irreductibles. La propuesta pasa por utilizar un lenguaje cuasi-lógico o tópicamente neutral. Para una ampliación sobre este problema véase J.J.C. Smart (1959).

[9]              Recuérdese que el término “fenómeno” está tomado en el sentido indicado en nota 7.

[10]            Addis, Laird (ed.), Natural Signs: A Theory of Intentionality, Philadelphia, Temple U.P., 1989.

                Una consecuencia eminentemente desagradable para quienes, como los defen‑ sores de la TI tipo-tipo, consideran que cualquier resto mental es inconsistente con el punto de vista científico acerca del mundo, aquel que en última instancia tiene que ser explicable en términos de la ciencia básica: i.e. la física

[11]             Strawson, P.F., IndividuaIs, England, Methuen, 1959.

[12]            La tercera premisa es imprescindible ya que considerar a las características cualitativas de uno y el otro fenómeno como cualidades intrínsecas genera dificultades frente a la posibilidad de una reducción entre ambas como se sugirió en las notas 6 y 8.

[13]             Gilson, L. (ed.), La Psychologie Descriptive selon FRANZ BRENTANO, Paris, Librairie Philosophique, J. Vrin, 1955.

[14]            Las “ciencias de la naturaleza” se ocupan de todos los fenómenos relevantes para nuestra experiencia externa; mientras que la “ciencia psíquica” mira al interior y, en consecuencia se ocupa de fenómenos enteramente diferentes (los que serían relevantes para nuestra experiencia interna).

  15]            Digo “en el caso particular de las sensaciones” porque éste es el caso paradigmático que Brentano analiza a lo largo del capítulo aunque aclara que lo mismo

                vale para los fenómenos físicos de la fantasía.

[16]            Agradezco a la Prof. Nora Stigol la sugerencia de hablar en este caso de dos tipos de descripción.

[17]            Davidson, D., ‘Mental Events’, en Essays on Actions and Events, Oxford, Clarendon Press, 1980, pp. 207-25.

 

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