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FRYE, Marilyn, "Male Chauvinism: a conceptual analysis", en Bishop, Sharon and Weinsweig, Marjorie (eds.), Philosophy and Women, Belmont, Wadsworth, 1979, pp. 26-33.

María Luisa Femenías

 

El objeto del articulo de Frye es precisar la noción de "chauvinismo masculino" en si misma y la de "sexismo". Frye comienza par analizar "sexismo", que es utilizada con mayor frecuencia. Considera sexismo cualquier cosa que constituya, cree, promueva o explote señalamientos irrelevantes o no­ pertinentes que discriminen entre los sexos; esto puede manifestarse en el lenguaje, el comportamiento, las costum­bres o las leyes. Frye diferencia las siguientes clases de sexismo: I) doctrinario (pretender probar sobre bases “científicas” la superioridad del hombre sobre la mujer); II) dogmatico (la superioridad del hombre sobre la mujer es 'natural', su afirmación es de base metafísica e incuestiona­ble); III) operativo (no se fundamenta, es 'práctico', no busca coherencia, se manifiesta ambiguamente); IV) oportunista o impostor (no tiene convicciones particulares al respecto, pero siempre encuentra una 'madre' que le soluciona los problemas cotidianos). El término "chauvinismo masculino", en cambio, es más fuerte. Frye lo considera impropio porque originariamente el término "chauvinismo" refiere a un patriotismo excesivo y ciego que, junto con la superiori­dad de su nación (grupo, raza, religión, etc.), supone la inferioridad del resto. Si bien hay algún punto de contacto -señala Frye-, la analogía entre el chauvinismo nacional y el masculino no es viable porque los objetos de identifica­ción son disimiles. Mientras que en el primer caso se da u­na relación entre una persona y una entidad pseudopersonal, en el segundo caso se produce la identificación de un indi­viduo con el grupo de la especie de sexo masculino en con­traposición con el resto de la especie de sexo femenino. El uso ambiguo de "hombre" (como especie y como grupo de los varones de la especie) supone una autoestima positiva. Pero, dado que este "chauvinismo" no lo es en verdad, Frye propo­ne denominar la actitud que acabamos de describir como "fa­lismo". El falismo consiste, pues, en promover una representación de la humanidad en términos masculinos y, a la vez, ofrecer una visión ‘romántica’ de su superioridad, humanis­mo y condescendencia. Esta identificación con "los superio­res" no surge de los méritos propios del individuo, sino del mero hecho de ser del sexo masculino. Así, el hombre se constituye en persona plena, mientras que la mujer y el ni­ño deben relegarse a su intermediación, sin poder ejercerla por sí mismos en sentido pleno. En consecuencia, el falista -explicita o implícitamente- niega a la mujer las cualida­des propias de la persona, si lo que constituye a una persona como tal es la posesión de ciertas habilidades, cualida­des cuya presencia se pone de manifiesto en ciertos compor­tamientos y bajo ciertas circunstancias. El falista niega que el comportamiento haya tenido lugar o se haya cumplido con satisfacción. Pero algo más importante aún es que nadie puede poner de manifiesto cualidades cuando el otro supone la estupidez de la interlocutora. Además, la mujer no participa de la comunidad conceptual, por lo que la imagen que recibe de sí, es de incompletitud.

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