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Editorial

 

Comité de redacción


Hay una desproporción llamativa entre el número de mujeres que ingresan a la carrera de filosofía y el de las que, ya formadas, actúan como profesionales. La relación es más desigual si se toma en cuenta que, a lo largo de los años, muy pocas aparecen con aportes teóricos en instituciones, publicaciones y eventos. El balance llega a ser penoso si se analiza cuáles son las posiciones y jerarquías alcanzadas por las mujeres en la investigación y en la actividad docente universitaria, que ha sido el refugio tradicional de las que mantienen un contacto más o menos permanente con su vocación inicial.

El año pasado, al realizarse el congreso Internacional Extraordinario de Filosofía en Córdoba, pudimos comprobar -una vez mas- que las mujeres eran mayoría entre los asistentes, minoría  absoluta en la lista de expositores y ninguna en los plenarios reservados como sitiales honoríficos.

Esta desproporción en las cifras nos ha planteado algunos interrogantes. Por ejemplo, ¿cuáles pueden ser las causas de tan aguda exclusión? ¿La mujer ha sido excluida o, por el contrario, se ha segregado? Nuestro análisis parte de un supuesto: al menos en su exteriorización manifiesta, las barreras ideológicas y las legales que tanto contribuyeron, en otras épocas o a la discriminación de la mujer, parecen superadas. En nuestra comunidad académica no existen obstáculos explícitos que impidan su acceso y desenvolvimiento. ¿Qué se opone, entonces, a su presencia activa? ¿Cuáles son las trabas para su productividad? ¿Hay algún impedimento que funciona de manera encubierta?

Lo explicito y lo implícito.

Tenemos que admitir que hay mujeres participando en todos o en casi todos los centros e instituciones vinculadas al quehacer académico. Aquí la pregunta obvia es: ¿cómo nos integramos? Intentaremos no tanto una respuesta como una descripción. El filósofo varón se ha habituado a vernos como participantes en seminarios, jornadas, cursos, congresos y otros acontecimientos académicos. Nos "sobrelleva.” unas veces con simpatía fraternal, otras con condescendencia intelectual. En su trato hay tolerancia -es algo-, rara vez respeto. Se nos dirá que sólo la "obra" gana esa clase de respeto, y ese es un- punto en el que estamos totalmente de acuerdo. Pero nos preguntamos si las condiciones en las cuales la mujer que trabaja en filosofía desarrolla su tarea no son desde el comienzo desalentadoras, cuando no directamente frustrantes.

Lo son: es difícil remontar las barreras sutiles que interpone en el pensamiento de la mujer la experiencia de una descalificación genérica que es tácita, permanente y a priori. Si pese a todo aspira a insertarse en un espacio filosófico en cuyo diseño no ha participado, deberá superar situaciones típicas de quien no está en su lugar por pleno derecho, lo cual genera inseguridad y una autoexigencia exagerada. Ante esta situación es la misma mujer la que, con frecuencia, opta por la marginación y elige el silencio. ¿Cómo explicar esta -conducta?

Partimos de una tradición filosófica establecida y con mucho prestigio histórico, emergente de una visión limitada que reduce lo humano a lo humano masculino. Esta tradición está impuesta, no discutida, asumida de manera absoluta, y desde allí, desde lo humano masculino, sigue alentando un estilo de reflexión que, aunque parcial, cree expresar a la totalidad. Para el género mujer, esta parcialidad encubierta, fuertemente enraizada en nuestra cultura, tiene consecuencias paralizantes. Las escuelas, colegios y universidades, los programas y bibliografías, y hasta la organización institucional y académica, convalidan y consolidan el enfoque masculino. La misoginia intelectual del filósofo varón es parte de la formación de la filósofa mujer. Como su pensamiento está acuñado en esta tradición, se verá aceptada o rechazada en la medida en que sus actitudes no socaven la "armonía preestablecida", es decir, la razón patriarcal. Resulta curioso observar que algunas mujeres filósofas de reconocidos méritos han aceptado dócilmente esta situación.

¿Por qué es difícil tomar conciencia de esta situación? Porque una de las formas características de la discriminación es la omisión, la indiferencia, la ignorancia del género como problema. Resulta muy difícil la inclusión de los temas filosóficos derivados del análisis del género, que aparecen como un pensamiento disruptivo. A menudo se los considera enfoques irracionalistas, o estrictamente feministas o políticos, sin relevancia filosófica. Y hasta hay quienes ven en este esfuerzo de la mujer por incorporar temas filosóficos genéricos, una propuesta extemporánea y una amenaza para un sistema de jerarquías ya establecido.

Perspectivas del feminismo filosófico

Al abordar esta tarea no renunciamos al ideal de alcanzar el máximo grado de objetividad. Lo que nos proponemos es una exploración lo más desapasionada, sensata, documentada y racional posible. No podemos prever el resultado, porque no nos hemos embarcado en una "militancia" sino en una búsqueda intelectual con exclusión de todo dogmatismo. Tampoco afirmamos que el feminismo filosófico ya esté en condiciones de dar respuesta a los problemas del género. Sin embargo, creemos que estos problemas tienen una enorme relevancia filosófica, y es mérito de esta nueva disciplina haberlos traído a primer plano.

No estamos creando un espacio que se cierra para los restantes temas. Por el contrario, es un espacio que se abre para dar cabida al debate sobre una cuestión no abordada hasta hace muy poco tiempo por la filosofa. Como la problemática del género concierne particularmente a las mujeres, la exclusión del tema y las dificultades de inserción profesional se potencian mutuamente. Un primer paso para enfrentar estos obstáculos fue la creación de la Asociación Argentina de Mujeres en Filosofía. En ella nos hemos fijado objetivos primordialmente académicos: 1) Constituir un espacio de reflexión para mujeres que hacen filosofía o teoría de interés filosófico. 2) Generar análisis, crítica, debate y apoyo mutuo en la elaboración teórica. 3) Estimular le investigación y producción filosófica  original. 4) Alentar la publicación, difusión e intercambio de material que la Asociación juzgue de interés para el cumplimiento de sus objetivos. 5) Organizar cursos y seminarios abiertos a diversos enfoques y posiciones filosóficas. 6) Analizar y promover la condición profesional de las mujeres en filosofía. 7) Establecer relaciones con otras entidades nacionales e Internacionales.

A modo de historia

A mediados de mayo de 1987 algunas mujeres que nos dedicamos a la filosofía fuimos invitadas por SADAF a la conferencia de la Prof. Marisa Cristina Lugones (Carleton College, USA). El tema, "Feminismo filosófico”, introducía una disciplina poco difundida en nuestro medio intelectual, cuyo desconocimiento alcanzaba incluso a aquellas profesionales interesadas por el problema del género. En la práctica estas inquietudes aparecían divorciadas de nuestra vida académica.

Componíamos el reducido auditorio mujeres que habíamos compartido innumerables seminarios de ética, filosofía política, epistemología y lógica; especialistas en filosofía antigua, moderna y contemporánea; docentes y estudiantes de la universidad. Nos produjo sorpresa encontrarnos convocadas por un interés que nos era común. Todo configurabaun panorama estimulante y provocador: la enorme bibliografía sobre el tema, su jerarquía académica, su reconocimiento en los medios universitarios europeos y americanos, la originalidad de temas abarcados y la multiplicidad de problemas en discusi6n. Como resultado, organizamos un seminario que dirigió María Cristina Lugones mientras permaneció en Buenos Aires. Se abordaron y discutieron libros, artículos y monografías de reciente publicación.

En julio nos reuníamos para constituir la Asociación Argentina de Mujeres en Filosofía (AAMEF), con el propósito de llevar adelante algunos objetivos que iban alcanzando consenso entre nosotras. La personería jurídica fue obtenida con fecha 7 de diciembre. La continuidad del seminario nos permitió tomar contacto con algunas pensadoras europeas y latinoamericanas: Celia Amorós (España), Paola di Cori (Italia), Griselda Gutiérrez y Graciela Hierro (México) entre ellas. En setiembre y durante el Congreso de Córdoba (en el que oficialmente no tuvimos espacio) tomamos contacto con las profesionales del interior del país y las delegadas de Latinoamérica. En noviembre fuimos invitadas a participar en el Encuentro Internacional de Filosofía y Feminismo que se realizó en enero de 1988 en la UNAM de México. Este año, por primera vez en la historia de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, se dicta el seminario "Género y razón", a cargo de María Isabel Santa Cruz, miembro de nuestra Asociación, lo que significa un importante reconocimiento académico.

Este número

Esta primera entrega de Hiparquia tiene en cuenta algunas circunstancias en cuanto a su oportunidad y contenido. Nos proponemos establecer un contacto efectivo con nuestras colegas socias y adherentes, y queremos que este nexo les permita conocer cuál ha sido nuestra forma de trabajo en los meses transcurridos desde nuestra organización. Nos parece que nada satisface mejor ambos propósitos que presentar en forma de resúmenes algunos de los artículos y libros expuestos y discutidos en el seminario. Así, aquellas que a través de este primer contacto se interesen en uno o más temas, pueden solicitarnos una copia de los textos originales y se los haremos llegar en su versión completa.

Incluimos, además, tres de los artículos que fueron presentados en el Encuentro Internacional de Filosofía y Feminismo así corno también una selección del material bibliográfico a disposición de AAMEF.

 


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